jueves, 11 de marzo de 2010

Conspiranoica perdida

Puede que sea consecuencia de la fiebre y de la gastroenteritis, pero de un tiempo a esta parte parece que las culpables de todos los males del mundo son las cajas de ahorros...
A punto de cumplirse un año de la intervención de Caja Castilla-La Mancha (CCM) por el Banco de España para garantizar su estabilidad y solvencia, el sector financiero ha puesto sus miras en las entidades de ahorros como las causantes del colapso del crédito en España, del estallido de la burbuja inmobiliaria, de la crisis de las instituciones políticas, del asesinato de Kennedy, de que a Penélope Cruz le 'arrebataran' el Oscar, y sí, ¿por qué no? de la muerte de Manolete.
Puede que siguiendo en la senda de la teoría de la conspiración vigente (y que tanto me gusta) añada que las cajas, incluso, son las culpables del virus que me ha hecho la semana imposible... Pero no. No lo voy a hacer.
A pesar de que las cajas de ahorros no son santos de mi devoción, por su componente político, el sector ha de reconocer el papel que han tenido en la bancarización del país.
Tiempo atrás, cuando en España pedir una hipoteca era algo casi tan marciano como un libro de Isaac Asimov, las cajas de ahorros abrieron el mercado, permitiendo el acceso a la vivienda de una gran parte de la población. Y otro ejemplo. Tras la quiebra de la banca industrial hará ya la friolera de 30 años, las cajas de ahorros comenzaron a tomar su relevo, constituyendo carteras industriales que, bien gestionadas, han permitido el desarrollo del tejido industrial en la práctica totalidad de las comunidades autónomas.
Pero ahora son un molesto compañero de viaje. ¿Para quién? Para los bancos, que tan bien lo han hecho en estos años de vacas flacas financieras. Esos que pueden dar lecciones de banca comercial, cercana al cliente, en organismos internacionales. Esos, que se olvidan de un detalle, que ese modelo de banca universal, cercano al cliente, se lo deben, en buena parte, a las cajas de ahorros.